Puntadas de colores a mi ser interior

Mi conexión el bordado comenzó cuando apenas era una niña, en la escuela primaria, de la mano de la hermana Magdalena quien me enseñó los primeros puntos: cadena, hierba, punto atrás…

Esperaba con ansias la hora de manualidades, mi clase preferida, cautivada por esos hilos de colores, agujas y bastidores, desconectada de lo que pasaba a mi alrededor.

Con el tiempo tomé distintos caminos y actividades y aunque no volví a bordar, siempre como un cable a tierra y desconexión de las obligaciones laborales y familiares buscaba refugio en algún curso que involucrara lo creativo y lo manual: pintura, diseño, costura, telar. Estando en uno de ellos vi un colorido anuncio que me deleitó: “Bordado artesanal con lana”.

Hace poco más de un año me reencontré con el bordado y sus misterios, ya no de la mano de mi maestra de segundo grado sino con la guía de Cristina Oviedo, un ser noble y generoso, que no sólo enseña puntos y composiciones de colores, sino que logra que en sus alumnas (todas con historias de vidas diferentes pero con la misma pasión) asome esa lucecita interna que hace plasmar en el lienzo el aspecto creativo de cada una.

Cada jueves nos reunimos en Casa Taller (espacio mágico) un grupo de mujeres sensibles que día a día afianzamos ese valioso vínculo que hemos construido entre lanas, lienzos, bastidores, risas y reflexiones.

Con el bordado logro dar puntadas de colores a mi ser interior, me transporto a un universo de distintos matices, gamas, textura y desafíos; cultivo la paciencia y encuentro “un espacio sólo mío” el cual me aleja de la realidad en momentos dolorosos y me ayuda a transitarlos de una manera más suave.

Como dice mi profesora: "Bordar es una forma de meditar... A cada punto le corresponde un espacio y bordar es más que bordar".

Y hoy estoy buscando el equilibro entre el punto y el espacio, pensando en lo gratificante que sería dedicarme totalmente a esto....tal vez algún día la vida me sorprenda…

Marcela Vols

Alumna de Casa Taller